Como en las mejores operaciones de búsqueda y captura, en la persecución ha participado un helicóptero dotado de cámara térmica, pero ni este sofisticado artilugio ha conseguido dar con el escondite. Fracasado el primer intento, los agentes estudian ahora utilizar transmisores de localización, pero antes tienen que capturar a una de las invasoras y dejarla libre con la esperanza de que los guíe al volver a casa.
No, no estamos hablando de supuestas células terroristas como las que persiguen los comandos armados de EEUU que han desembarcado en Libia o Somalia, sino de avispas. Pero de avispas asesinas. El 19 de septiembre se avistaron en la Garrotxa (Girona) algunos ejemplares de Vespa velutina, originaria de Asia y que recibe el nada agradable apodo de “asesina” porque se alimenta de abejas y puede acabar con esta castigada especie y arruinar la industria de la miel. Se cree que ha llegado a Europa en barco y aún no ha nidificado, pero si lo hace, será imparable. De considerable tamaño, lo que asusta es su enorme capacidad reproductiva. Se estima que en el nido que se ha formado hay unas 200 madres fecundadas, y cada una puede engendrar hasta 12.000 crías.
En noviembre, esas hembras saldrán para formar nuevos nidos en las copas de los árboles y se alimentarán, obviamente, de abejas. Los apicultores están preocupados porque esta avispa no tiene depredador. Saben que para evitar el desastre hay que cortar por lo sano, pero aún no saben cómo. Si no se hace así, ocurre como con el mosquito tigre, que ha hecho invivibles muchas terrazas del área de Barcelona; el mejillón cebra, que arruina los canales y acequias del Ebro, o el temible siluro, que fue introducido en los pantanos por pescadores y ahora no hay quien lo saque.
Pescar un siluro de dos metros y 100 kilos puede ser celebrado como un hito por los pescadores, pero para las especies autóctonas víctimas del depredador, la cosa ya no tiene tanta gracia. Lo mismo ocurre con el bello camalote del Amazonas, el jacinto del agua, que cubre el Guadiana de una vistosa capa verde, pero debajo de ella la vida se extingue. La naturaleza tiene sus equilibrios. La movilidad humana ha propiciado la movilidad de ciertas especies que, fuera de su medio, son un factor de caos y desequlibrio.
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